Los fantasmas cobran vida por las calles de Santiago tras el monologo poético de Armando Uribe. Su paso por el purgatorio lo enfrenta a las presencias fantasmales de las brujas de Macbeth (Pinochet). Uribe las encara con versos fúnebres a través del humo que invade la moneda. Aún se escuchan los pasos marciales de los cabos de guardia. Las confesiones deambulan y ya no hay verdades, solo gritos de auxilio y dolor. Han pasado decadas, todo sigue girando, pero las huellas no se borran, ni el llanto de los oprimidos. El solo recuerdo de tantas heridas históricas nos remece como un sismo.
Todo ha terminado para Uribe, quien se pasea muerto en vida -descansa en un ataúd instalado en una negra carroza, tirada por dos caballos también negros-. Observa su propio itinerario fúnebre recorriendo los lugares más emblemáticos de Santiago; La Moneda, el ex Congreso Nacional, viejas muelas del actual epicentro del despegue económico transnacional.
Marcha lento en su carruaje con dirección al Cementerio General. Se levanta de su tumba para caer en una especie de infierno, desde donde intercambia reflexiones sobre los horrores de la dictadura con Kissinger y Pinochet. Mientras fuma un cigarrillo, desarrolla una póstuma conversación sobre Allende y los años del pánico, y sin contemplaciones, lanza su acida crítica a esta sociedad, que considera ya no tiene alma. Crítica su banalidad, materialismo, su humanidad caída, pisoteada, ciega; mera visión de un pre-apocalipsis. En este mundo para Uribe, todo es un terrible contraste, ya que en él ve más bestias que espíritus, ve más dioses que ovejas queriendo ser lobos, y ve a los tataranietos del capitalismo queriendo dominar todo. En este escenario, un globo entero esta en peligro de llamas, a punto de desaparecer por la estupidez de unos salvajes bárbaros.
Nos hemos conformado, los muertos se han conformado, y reina la apatia colectiva frente a nuestra realidad social. Ya casi no hay gemidos ni voces disidentes. Ya no hay sindicatos ni poder popular. Ya no sangran las mortales heridas, ni se sienten los alaridos de las metralletas. Solo deambulan los fantasmas y sus sombras atrapadas en estos irreconocibles páramos. Estamos en un país sin memoria.
Hace frío. Ya no queda ni odio, cosas peores se ven. Espejos negros hablan, de lo que fue la calle moneda, y se especula del destino del país.
Mañana será otro día y otros seguirán bailando alrededor de la caldera, riendo a carcajadas, ladrando a los poetas.
Quizás no estemos muertos, lo peor, quizás aún estemos vivos y no nos damos cuenta.
Monologo de Armando Uribe*, extraído por Michelle Valencia G.
Fuente: * Film Pre-Apocalipsis del Cineasta y pintor Rodrigo Goncalves y con la destacada participación de Armando Uribe, Premio Nacional de Literatura 2004.