lunes, 25 de agosto de 2008

--Ángel de armadura--



Un ángel descendió
de la inmensidad sideral.
Al bajar,
clavó su mirada en mí
y nuestra atracción fue mutua.
No dudé en seguir sus pasos,
admirar su elocuencia
y soñar en su halo.

Jugábamos bajo el sol,
me enamoré de sus gestos,
sus silencios,
de las calles que recorrimos.

Bebíamos de un manantial.
Me hacía olvidar todo.
No sospechaba de donde venía
ni adónde íbamos.

De pronto,
sus alas comenzaron a marchitarse
sus ojos ensombrecieron
Y todo obscureció.
Al preguntar que ocurría
clavo sus filosas esquirlas en mí,
y se elevó sin mirarme a los ojos

Rogué al Señor que regresara
el ángel de la mirada de jade,
o me devolviera la razón,
más no hubo respuesta.

Busque señales suyas,
un por qué, un sentido,
pero solamente
ausencia me encontré.

Hoy,
en el hielo amenazante,
me visto de negro,
oculto mi llanto sin olvido,
pido que este feliz.

Pero aún
siento su entorno enloquecido,
cuando sueño me sonríe irónico
y algo
se estremece en mí.

Michelle Valencia