miércoles, 6 de julio de 2011

De una pintura llamada "Venta de flores" a la educación que necesitamos



"El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado", Rousseau

Es notable el poder que tiene una pintura de transmitirnos no solo sentimientos, belleza y sensaciones, también puede con o sin intencionalidad exponernos una realidad social tan emblemática que atraviese toda la historia de la humanidad. A través de la escena y los detalles de esta pintura llamada "Venta de flores" de Bastian Lepagues, se puede observar el flagelo de la tiranía imperante que ha existido desde siempre. Al pensar como poder mitigarla, llegamos a lo misma solución universal: Educación.

En esta obra del maestro Lepagues -ambientada en la Francia del siglo XIX-, observamos una típica escena de venta de ramilletes de flores. En ella observamos a la vendedora, una hermosa pero humilde niña de mirada penetrante, que da la impresión de estar atrapada entre la desesperación y la resignación que le confiere la clase de vida que lleva. Sus flores solo tienen el mérito de haber sido escogidas por sus manos en la madrugada y de haber sido regadas y cuidadas en su jardín.

Con una técnica maestra Lepagues logra captar detrás de la escena, al humano perteneciente a la clase social baja de la Europa de esa época, la mirada de compasión que provoca la niña a los transeúntes y a su vez la poca esperanza que tiene de salir de esa condición de vida. La joven protagoniza con solvente simpleza un rol propio de las vendedoras de ramilletes, que día a día debían dar cuenta de las monedas recogidas a sus mercaderes-que podían ser propios progenitores-, quienes las mandaban a mendigar hasta que se pusiera el sol. De no tener educación su trágico destino las llevaría ya adolescentes, a caer en las tabernas para entretener a los ricos invitados, dispuestos a pagar por sus talentos sin regatear.

La obra tiene un preciso equilibrio de formas y color y la figura está tratada con cuidadoso detalle al extremo. Bastien-Lepage es uno de los más notables pintores del siglo XIX.

Al observar esta obra de arte en profundidad hay un ejercicio muy similar así como cuando vemos en el cine a Espartaco, a Conrack, o a la Nana chilena o leemos la novela de Oliver Twist, o un poema de Roque Dalton o de Thomas Dylan. La humanidad entera nos toca con su realidad social desde un contexto determinado de la época. No nos dice nada saber que desde hace tanto tiempo los humanos han sido tan desdichados bajo el yugo de la opresión? Podemos comparar respecto de ahora, y puede que a más de alguno le tranquilice saber que estamos en otra época un poco más cómodos porque ya no estamos en la esclavitud, o en el feudalismo, pero estamos en otra época similar y peor llamada capitalismo. Si, un capitalismo a punto de colapsar el ecosistema y sus recursos naturales en pro de intereses económicos transnacionales y expansionistas de quienes tienen el poder, y que nos hacen creer que estamos en una “democracia” desde una dictadura global. El problema persiste, solo han cambiado las formas, pero no la esencia, porque la tiranía sigue existiendo en la peor cárcel de todos los tiempos, porque creemos que no estamos en ella.

La historia de la humanidad y sus grandes conflictos no son más que el trade off entre los que gobiernan y tienen el poder, con su tiranía sobre los gobernados. ¿Pero hasta donde puede aplastarse la dignidad del ser humano? Esos límites llamados quiebres no son acaso las guerras, las catarsis y los cambios de la humanidad llamados aperturas de conciencia?. Si la madre tierra debe ser sacudida desde una isostasia para encontrar su eje de justicia divina así como ocurrió con Pompeya-tierra del infierno condenada por su propia decadencia-, pues que nazca pronto una sociedad más idónea así tengamos que renacer. Sin embargo, antes de que todo colapse inminentemente, tratemos de evitarlo.

La historia de la vida del hombre nos ha enseñado que la solución universal más importante para este mal es la educación. Sí, porque la educación nos permitirá el verdadero ejercicio de la dignidad entendida como libertad y poder creador, por medio de la formación de la voluntad y la inteligencia.

Solo a través de una verdadera y mejorada educación no elitista -sin distinción de edad ni de condición social o física-, y no institucionalizada en pos de las tiranías ya sea seudodemocrática o dictatorial -tal como fábricas que reclutan y fabrican factores productivos-, se podría -como diría Rousseau-, mitigar el flagelo de la tiranía que fomente la independencia y la autonomía del hombre.


"Résistance contre la tyrannie!"


Michelle Valencia G.