jueves, 11 de junio de 2009

El cielo no habla dos veces


Deja de mirarme con esos ojos de niño
Y de hacerme tantas preguntas
con esa boca de esponja
Que ya sabe a dulce metal.
Crecerán tus orejas en caracol
Porque la salamandra ha respondido implacable
Con su soplido crepitante:
Un cántaro roto siempre pierde agua.

Escucha el canto de la luz en el pabilo,
las espermas ya enterraron su nombre
Bajo el nigredo de los murciélagos.
Del polvo los gusanos se lamentan;
Sueñan sus juegos de fatales espirales.
Deja a los sapos felices dormir su siesta
Hasta que el sol resuelva aparecer.
Un cuervo nunca será águila.

Obedece al aroma de lo combustionado:
De tu pan con vellos lo descubrirás.
Lamer la ostia del suelo olvidado
Donde las mandrágoras toman su forma.
En tanto no mires hacia atrás:
Los libros despliegarán sus hojas
como alas de tejido astral;
Las manzanas verdes cantarán salmos
Ha dicho el oráculo en naranjo excesivo.

Las lágrimas se han detenido:
Tortugas encarnadas en dragones
Pasan prudentes por los pantanos;
Sus pies contemplan desde el cielo
los cangrejos caminar al revés.
Truenos repetidos regresan a la vela.
Si pudiera contraer el mundo
Para enseñarte aquí a mi lado
que el cielo no habla dos veces.

Michelle Valencia