viernes, 26 de febrero de 2016

El humor y su conexión

Pedro Ruminot en Festival de Viña 2016

«El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.» Nietzsche

Se percibió débil y reprimida la presentación de Pedro Ruminot (Festival de Viña 2016) porque no se sintió una entrega profunda, verdadera, entretenida y desafiante de la realidad, como la de Edo Caroe y Natalia Valdebenito. Él es un artista experimentado que posee todo el talento para haber desplegado en un rutina mucho más genuina, todo su potencial, pero no hubo nada nuevo y jugado que lo expusiera y lo hiciera mojarse las patitas. De esto solo el miedo fue una consecuencia en su contra, que lo termino bloqueando, al escoger rutinas infortunadas y poco novedosas que no fueron bien recibidas y que no conectaron con el público.

Un humorista no puede partir con una rutina asegurada, defensiva y mamona, como valerse de una niñez humilde, de su color de piel morena y enfermedad en un sentido de lastima, y desde esa arista tratar de conectar con la simpatía y el acercamiento al público. Pésima idea, ya que evidencia más que nada una inseguridad que promete un humor débil de un principio. Y valerse del rock de fondo sin ser un rockero de alma, un disidente del sistema, da una sensación falsa también, que nadie compra. Acto seguido, intentar hacer humor, tocando aristas tan delicadas como los temas contingentes sin hacer un verdadero enjuiciamiento de la realidad, es solo dar solo un manoseo de lo mismo, es cumplir "entre comillas" con la declamación poética del humorista, sin decir nada de mucho finalmente.

El humorologo primero que nada tiene que exponerse de forma irreverente, tiene ser dinámico, novedoso, lidiar sus rutinas entre el humor negro y lo lucido, lo verdadero y lo ridículamente evidente para ser cómico. Su parada debe ser la de un Dios desfachatado, pero a la vez desapegado. Su parada debe ser la de un poeta, en un acto de honestidad y de sincera confesión e inquietud, que conecte con los ámbitos más profundos y humanos del colectivo social y del individuo como tal, en su realidad más cruda, paradójica e irónica. Su parada debe ser un acto de liberación de toda esa infelicidad y frustración que sufrimos, de forma risueña y tragicómica, no ser un lloriqueo de niño asustado, de tallas básicas y repetidas. Si el humorologo se va a referir al establisment o a la realidad política de verdad, y no hay un análisis con mayor grado profundidad, subversión, carácter, no hay  catarsis ni nada, sino el resultado es algo más que nada penoso. Un acto fallido.


@ Michelle Valencia G. -26-02-2016